En los primeros años de desarrollo de Santa Clara del Mar, un pequeño pero prometedor balneario en la costa argentina, Eduardo Pérez Guerrero y Rubén Daniel Scian, con veinte y tantos años y en plena juventud, compartieron un espacio que estimulaba sueños y proyectos. Aunque apenas se conocían, su relación de cliente y comerciante sería el comienzo de una historia de amistad y colaboración que ni el tiempo ni la distancia lograrían borrar.
Eduardo, un joven abogado con inclinación hacia el mundo de los negocios y la representación artística, ya era conocido por su espíritu innovador y ambicioso. Con frecuencia visitaba La Reina, una pizzería en la calle Acapulco 478 que Rubén Daniel, entonces un emprendedor en sus primeros pasos, comenzaba a convertir en su primer gran proyecto gastronómico. Este lugar no solo ofrecía pizza y un espacio de encuentro para residentes y turistas; con el tiempo, comenzó a atraer a figuras emergentes del ambiente artístico. La Reina se volvió el sitio ideal donde Eduardo podía presentar y apoyar a jóvenes artistas que luego serían muy famosos en obras como Tanga Feroz y Danza con Bobos. Estas producciones fueron muy exitosas y atrajeron a una audiencia significativa, con la participación de reconocidos artistas como Nito Artaza, Marcelo y Cirilo, Nanci Guerrero y Las Guerreras, el Negro Álvarez, Jorge Corona, Silvia Süller y Alberto Anchart.
También, en el entonces balneario Bali, Eduardo organizaba recitales de rock nacional con bandas que más adelante serían célebres, como Virus, Sumo, David Lebón, Fricción, Cosméticos, Los Argentinos, Soda Stereo, Los Enanitos Verdes, Los Violadores y Andrés Calamaro, brindándoles orientación y conexiones en el mundo del espectáculo. Además, colaboró con la gestión del proyecto Playa Franka de Moria Casán, y presentó a Ricky Maravilla en El Viejo Contrabandista.
Entre otras de sus originales ideas, Eduardo también impulsó la instalación de una pista de patinaje sobre hielo… que se derretía.
Por su parte, Rubén Daniel estaba enfocado en hacer de La Reina un lugar reconocido en la comunidad y para el turismo, sin imaginar que su emprendimiento se convertiría en un escenario de unión con Eduardo, quien en el futuro sería más que un cliente: un amigo y un promotor del teatro, la música, la cultura y el arte.
Con el tiempo, cada uno tomó un camino distinto. Eduardo se mudó a Miami, donde continuó su carrera como representante artístico, logrando grandes metas, mientras que Rubén Daniel permaneció en Santa Clara del Mar, donde estableció otros proyectos, como la fundación del Museo de Ciencias Naturales Pachamama de Santa Clara del Mar y su programa de radio De Todo un Poco, a través del cual promovía el arte, la cultura y la solidaridad. Rubén Daniel siguió siendo un impulsor de la cultura local.
Recientemente, gracias al Premio Internacional Nevado Solidario de Oro —creado por Omar Salcedo—, ambos tuvieron un reencuentro inesperado tras años de caminos separados. Omar, sin saberlo, había sido el artífice de este encuentro que traería consigo una explosión de recuerdos y anécdotas de su juventud compartida.
Una charla por WhatsApp fue suficiente para que Eduardo y Rubén Daniel recordaran aquellos días en la costa. Rememoraron la vez en que Eduardo, siempre aventurero, quedó con su Jeep enterrado en la arena de la playa de Camet Norte. Rubén Daniel recordó, entre risas, cómo Eduardo llegó después a La Reina, cubierto de arena, buscando refugio en su pizzería para relatar la hazaña con su característico humor. También recordaron la camioneta ploteada que le habían secuestrado a Jorge Corona, con la que aprendió a manejar Nanci.
Otra anécdota que surgió fue la visita de Cacho Castaña al boliche El Chino, un sitio emblemático de la noche de Santa Clara del Mar. En una de esas noches, Cacho quedó fascinado con el mono mascota del dueño del local. Sin embargo, el travieso animal sorprendió a todos cuando mordió al cantante, quien, en el revuelo del momento, intentó defenderse con una silla. Lo que podría haber sido un incidente incómodo se transformó en un recuerdo divertido que muchos siguen contando con una sonrisa.